Sí, estamos en son de paz. Deseamos que las nuevas generaciones aprendan a convivir sin esos niveles de agresividad de los mayores. Queremos un mundo nuevo, donde la diferencia no sea peligrosa ni tengamos que defendernos de ella. Pero, toda esta “linda” teoría tiene un inicio, un lugar donde se debe enseñar y aprender a vivir en comunidad. No se nace aprendido y menos en el manejo de las emociones. Y así como enseñamos a hablar, a leer, a escribir, debemos enseñar sobre emociones. Son las escuelas y colegios los lugares donde niños y niñas de diferentes colores, olores y sabores, se reúnen para “practicar” la frustración, la envidia, los celos, la tristeza, la exclusión, la rabia, la solidaridad, la tolerancia… en fin, es en grupo donde hay que practicar esta asignatura de la convivencia. Se ha dicho que la casa es la primera escuela, pero queda difícil que niños, hijos únicos por lo general, puedan practicar algunas de estas emociones. El grupo es indispensable.
Sin quitarle a papa y a mama (y a su relación) la responsabilidad que les compete, son las instituciones educativas las encargadas de esta tarea. Pero muchos colegios hoy se asustan con la opción de demandas, abogados, tutelas y pareciera que se deciden por el mundo de la no agresión. En los reglamentos se toman medidas de convivencia donde, por ejemplo, toda agresión física, es castigada por igual, con una suspensión. Señalo “por igual” porque para los reglamentos da lo mismo dar el primer golpe que defenderse. Como quien dice que estamos enseñando y deseando que un niño o una niña reciba un golpe y se quede estático. No puede “devolver”. Estamos formando entonces dos perfiles de ciudadanos. Por un lado, el equipo de los matones (no recibirán respuesta a su puño) y por el otro lado, el equipo de los sumisos (los que se aguantan) porque está prohibido defenderse. ¿Es lo adecuado?
El problema radica en que si un niño no percibe la defensa, protección y observación del adulto-autoridad, tiene dos opciones: o devuelve o se traga su ira. Por lo tanto, el manejo de emociones en niños pasa necesariamente por el mundo adulto y no se puede dejar toda la responsabilidad de esas emociones solo al mundo infantil. Se le pide a un niño “control” a costa de la injusticia y el miedo. ¿Qué sucede en hoy en las calles? Los ciudadanos cobran venganza con mano propia ante la ausencia de autoridad. Entonces si no queremos que esto se repita exponencialmente, el problema de los conflictos entre niños, su derecho a defenderse, atañe más al manejo de los adultos que a los niños. Si no los protegemos, ellos se defenderán y la violencia nunca terminara. No es válido igualar el primer golpe y la “defensa”. Se necesita enseñar convivencia no optar por crear mundos ideales donde esperamos que los niños se “traguen” todo su resentimiento o dolor. Pedirle a un niño o a un adolescente, sin educación en manejo de conflictos, que reciba una agresión y se quede estático es crear resentimientos y facturas que en algún escenario (ahora o mas tarde) cobraran. Se necesita mas pedagogía, observación directa de los hechos, mas presencia adulta, antes de obligar al niño o niña a responsabilizarse de sus emociones en un mundo desigual y hostil. Los adultos les creamos este mundo. Entonces no evadamos el bulto…
Gloria H. @GloriaHRevolturas
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